Dana no busca el cuerpo, sino su rastro y ausencia. En barro, tela u otros materiales, transforma lo efímero en una presencia tangible. Sus obras emplean las formas como el lenguaje del cuerpo sin mostrarlo. Anhela que el barro recuerde el movimiento detenido, como una tela abandonada por el cuerpo, un eco endurecido del gesto.